Argentina no encontró variantes para vulnerar a Brasil. Un deslucido juego colectivo y la falta de respuestas desde la conduccion arrojaron como resultado una convincente derrota ante el clasico rival.
Todo empezó hace cinco meses. El sonoro sopapo en la altura de La Paz debía encender las alarmas y posicionarnos con los dos pies sobre la tierra. Debió haber sido el punto de partida. Sin embargo, aquella derrota pareció no sembrar dudas en la conducción y todo siguió por los mismos carriles. El resto es historia conocida.
El partido con Brasil propuso un duelo plagado de factores externos. Fue el encuentro mas mediático de los últimos años. El antecedente mas cercano nos envolvía en un pesimismo agudo que no se supo atender. Ecuador (con poco) y Bolivia (con mucho) desnudaron evidentes falencias en la planificación. Pero, al parecer, las balas no hicieron mella.
Fueron meses en los delegamos nuestra atención en elementos secundarios. Se traslado el duelo a Rosario, se regó la cancha media hora antes y hasta se armo un video (con la voz de Mario Pergolini) con el objetivo de motivar al plantel. Son componentes que pueden potenciar pero que no son prioritarios.
No se trata de deslindar de responsabilidades a los jugadores, que las tienen, sino de marcar puntualmente las disidencias en el planeamiento de los partidos. Es tan grave pegar una cartulina en el vestuario subestimando a la altura ("a la altura hay que hacerle goles") como marcar zonalmente a un seleccionado que hace de la pelota quieta una herramienta vital.
Tampoco son muy claras las multitudinarias convocatorias (29 jugadores) para dos partidos. Asi mismo, desconcierta el juicio de valores sobre cada jugador. Burdisso, por caso, pasó de ser posible titular el martes a ni ocupar un lugar en el banco el sabado. Algunas voces hasta criticaron las prácticas ante un combinado de menor relieve como Tristán Suarez (un club muy allegado al diez).
En relación al partido, Argentina tuvo un comienzo cautivante. Fue una ráfaga de 20 minutos en la que se buscó, a través de la movilidad de Messi y Tevez, no ofrecerles referencias estáticas a la sobria defensa brasileña. Pero Brasil se movió con aplomo, aguantó la primera embestida y sacó su manual para jugar estos partidos. Argentina nunca encontró respuestas a la primera variante que le ofreció el encuentro (la ventaja visitante). Aquí un paréntesis: Otamendi y Domínguez tienen una relación casi simbiótica en el Vélez campeón modelo 2009, pero trasladar esto a nivel internacional no siempre es sinónimo de resultado.
Un fugaz descuento de Dátolo sirvió para alimentar una esperanza que no encontraba argumentos desde el campo de juego. Pero el débil castillo de naipes volvió a derrumbarse con la tercer estocada carioca. El tanto de Luis Fabiano fue un resumen explicito de lo que habia dejado el partido. Messi perdió la pelota, preso de la imposibilidad de encontrar receptores. Kaka, por el contrario, encontró en esa posesión la oportunidad perfecta de plasmar la idea primaria de su equipo. Desplegarse con velocidad y precisión y capitalizar las oportunidades. El vulnerable sistema defensivo local se encargó del resto.
El diagnostico, como nunca, es impreciso por donde se lo mire. Fue un partido que tuvo dos meses de preparación pero que solo arrojo como resultado el aturdimiento general. Todavía hay tiempo para recomponer el camino. Reordenar el rompecabezas exigirá trabajo, ideas y capacidad para resolver las dificultades. Nada cambio, como hace cinco meses.
Todo empezó hace cinco meses. El sonoro sopapo en la altura de La Paz debía encender las alarmas y posicionarnos con los dos pies sobre la tierra. Debió haber sido el punto de partida. Sin embargo, aquella derrota pareció no sembrar dudas en la conducción y todo siguió por los mismos carriles. El resto es historia conocida.
El partido con Brasil propuso un duelo plagado de factores externos. Fue el encuentro mas mediático de los últimos años. El antecedente mas cercano nos envolvía en un pesimismo agudo que no se supo atender. Ecuador (con poco) y Bolivia (con mucho) desnudaron evidentes falencias en la planificación. Pero, al parecer, las balas no hicieron mella.
Fueron meses en los delegamos nuestra atención en elementos secundarios. Se traslado el duelo a Rosario, se regó la cancha media hora antes y hasta se armo un video (con la voz de Mario Pergolini) con el objetivo de motivar al plantel. Son componentes que pueden potenciar pero que no son prioritarios.
No se trata de deslindar de responsabilidades a los jugadores, que las tienen, sino de marcar puntualmente las disidencias en el planeamiento de los partidos. Es tan grave pegar una cartulina en el vestuario subestimando a la altura ("a la altura hay que hacerle goles") como marcar zonalmente a un seleccionado que hace de la pelota quieta una herramienta vital.
Tampoco son muy claras las multitudinarias convocatorias (29 jugadores) para dos partidos. Asi mismo, desconcierta el juicio de valores sobre cada jugador. Burdisso, por caso, pasó de ser posible titular el martes a ni ocupar un lugar en el banco el sabado. Algunas voces hasta criticaron las prácticas ante un combinado de menor relieve como Tristán Suarez (un club muy allegado al diez).
En relación al partido, Argentina tuvo un comienzo cautivante. Fue una ráfaga de 20 minutos en la que se buscó, a través de la movilidad de Messi y Tevez, no ofrecerles referencias estáticas a la sobria defensa brasileña. Pero Brasil se movió con aplomo, aguantó la primera embestida y sacó su manual para jugar estos partidos. Argentina nunca encontró respuestas a la primera variante que le ofreció el encuentro (la ventaja visitante). Aquí un paréntesis: Otamendi y Domínguez tienen una relación casi simbiótica en el Vélez campeón modelo 2009, pero trasladar esto a nivel internacional no siempre es sinónimo de resultado.
Un fugaz descuento de Dátolo sirvió para alimentar una esperanza que no encontraba argumentos desde el campo de juego. Pero el débil castillo de naipes volvió a derrumbarse con la tercer estocada carioca. El tanto de Luis Fabiano fue un resumen explicito de lo que habia dejado el partido. Messi perdió la pelota, preso de la imposibilidad de encontrar receptores. Kaka, por el contrario, encontró en esa posesión la oportunidad perfecta de plasmar la idea primaria de su equipo. Desplegarse con velocidad y precisión y capitalizar las oportunidades. El vulnerable sistema defensivo local se encargó del resto.
El diagnostico, como nunca, es impreciso por donde se lo mire. Fue un partido que tuvo dos meses de preparación pero que solo arrojo como resultado el aturdimiento general. Todavía hay tiempo para recomponer el camino. Reordenar el rompecabezas exigirá trabajo, ideas y capacidad para resolver las dificultades. Nada cambio, como hace cinco meses.
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